La visita a las Lagunas de Ruidera se vio afectada pormuchas circunstancias adversas.El pronóstico de fuertes tormentas y lluvias intensas hizo que muchos participantes se pensasen dos veces si realmente podría ser buena idea pasarse la mañana sufriendo entre el agua y el fango. Y no les faltaba razón: se avecinaba uno de esos últimos días de mayo que parecen sentir nostalgia del invierno.

 

Pero aunque fuesen muchas las bajas de última hora, la visita mereció sobradamente la pena: nunca habíamos visto las lagunas así y no es probable tampoco que volvamos a verlas, tan rebosantes de agua y luciendouna espectacular belleza.

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Otros grupos de excursionistas se hallaban por la zona y al igual que nosotros, fueron a contemplar el salto del hundimiento: una preciosa cascada que movía una gran cantidad de agua con insólita fuerza. Después iniciamos la ruta propiamente dicha, desde la Laguna de la Colgada, con dirección hacia la de Santos Morcillo.

El cielo estaba cubierto de nubes grises, peromientras caminábamos charlando y tomando fotos, el día pasaba tranquilo, sin lluvia y sin viento.

Silenciosos patos cruzabanla superficie del aguay otras aves acuáticas se escondían a nuestro paso en los juncos de la orilla.Enun tramo intermedio,caminamos entrealtísimos árboles que parecían custodiar las tranquilas riberas.Casi al final del trayecto,tuvimos que darnos la vuelta sin cruzar al otro lado, pues el río se había desbordado, bloqueando el paso del puenteque nos hubiera llevado hasta la orilla opuesta.

Llovió un poco al finalizar la ruta, de modo que tuvimos ocasión de sacar el pequeño paraguas plegable que por precaución llevamos en la mochila, y así finalizamos casi veinte kilómetros.

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Sin embargo ,hasta que no estuvimos todos confortablemente sentados en el comedor del restaurante Entrelagos, no se desató la tormenta, con el anunciado diluvio y el acompañamiento de un ruidoso aparato eléctrico y granizo. Después de comer fuimos a visitar el resto de las lagunas.

Realmente estaban preciosas, el agua tenía un color verde malaquita y formaba desbordantes caídas. Los más animosos se atrevieron a explorar las profundidades de la cueva de Montesinos, citada en el Quijote, donde un guía nos dio extensas explicaciones sobre su origen y leyendas.

 La tarde mejoró de pronto y un sol radiante comenzó a lucir, de modo que aún encontramos un poco de tiempo para realizar un largo paseo en las afueras del pueblo,caminando al lado de otro espumoso brazo de agua.


Contentos por la visita, volvimos a casa. Tras nosotros caía el ocaso deun día imposible de olvidar.