Espectacular y de una increíble belleza. Así lucía la Cimbarra el pasado día 20 de Abril, cuando nos acercamos a contemplarla antes de que entrase la estación seca.

Nos llamó muchísimo la atenciónla gran afluencia decoches repletos de visitantes que acudían a la zona y es que no es extraño que elsoberbio paisaje atrajera a tanta gente deseosa de ver estamaravilla.

Aunque tuvimos que comenzar subiendo una ligera cuesta, el camino era amplio y sencillo, pues no hace mucho que lorepararon. Desde arriba, pudimos contemplar la hoz del ríoque formaba un abrupto cañón de profundas aguas verdes. A cualquier lado que se dirigiera la vista, nos rodeabaninterminablescadenas montañosasde un color verde brillante salpicado de blanco, puesestaban abriendolas flores de las jaras y el aire estaba empapado de su perfume.

Hubo algunos osados que agarrándose a las rocas,se atrevieron a cruzar por las piedras mojadas dela cornisa y que nos pusieron el alma en un hilo. Afortunadamente no ocurrió ningún percance.

Paramos ante la Cimbarra para comernos el bocadillo y disfrutamos del estruendoso sonido del agua. Después de muchas fotos—hay buenos profesionales de lacámaraen la abogacía—volvimos a ascender para volver a bajar dos kilómetros más allá, hasta el lecho arenoso de la Cimbarrilla,que es otra caída de agua, mucho más pequeña, pero muy digna de ver. Allí nos hicimos también numerosas fotos, tras lo cual recorrimos de nuevo el trayecto hastael pueblo, donde nos esperaba el autobús.

La CimbarraFue un día tan soleado y espectacular que multiplicó las gratas sensaciones que nos produjo la catarata. Es de destacar además la gran afluencia de colegiados que acudió en esta ocasión a realizar la ruta, donde también vinieron niños que jugaron todo el tiempo y disfrutaron muchísimo.

En Castellar de Santiago, hicimos la parada del mediodía. La amabilidad de los dueños del restaurante y la abundancia de la comida que dispusieron para nosotros —tan pantagruélica como exquisita— fue desbordante. Baste decir que después de cinco platos, cuando esperábamos los postres, nos sorprendieron con inabarcables fuentes de judías con pulpo y de paella.

Después de hacerle los honores a tanta vianda tan rica, seriamente nos planteamos la necesidad devolver a emprender de nuevo el camino, sin esperar a la próxima ruta.