La ruta que teníamos previsto realizar en el mes de marzo era la que recorre el trayecto desde La Viñuela hasta las minas de San Quintín, pero los ríos y arroyos estaban completamente desbordados por las lluvias y elterreno tan anegado, que tras una rápida votación, decidimos suspender dicha marcha y buscar otra alternativa.
Por unanimidad, escogimos visitar de nuevo el bellísimo nacimiento del Rio Tablillas y vivimos la increíble experiencia de remontar el pedregoso cauce del río hasta la cueva en plena crecida de las aguas.
La cueva estaba protegida por una fuerte cortina de agua quesin embargo, muchos osaron cruzar, para penetrar en su interior. Se dice que allí murió de amores el Pastor Crisóstomo, obnubilado por la belleza de la moza Marcela, y que por propia petición fue enterrado al pie de la fuente del Alcornoque, situada en las inmediaciones de la Venta de la Inés.
Durante todo el camino pudimos acceder a un mundo mágico, a un paraje de ensueñodonde los líquenes barbados caían sobre los árbolesy las pequeñas cataratas. Bosques de antiguas piedras recubiertos de musgo olían a madera recién cortada, aromero y a lavanda. Las aguas bajaban tan limpias como bravas.
En esta ocasión, además de los habituales compañeros, nos acompañó unrenombrado profesor de la escuela jurídica queen un momento de euforia, se planteó recomendar el senderismo como práctica obligatoria.
Según terminamos deandar, se puso a llover a cántaros. Desde el autobús, mientras nos alejábamos, vimos la montaña envuelta en espesas nubes y oímos caer la lluvia. Finalizamos con una estupenda comida en una bodega de Almódovar del Campo.