En este quince de Febrero, de nuevo las lluvias dejaron impracticable la senda por donde discurre La hoz del Montoro, y tuvimos que recurrir a una de las rutas alternativas que teníamos prevista para el caso de que regresara el mal tiempo.
En esta ocasión el itinerario escogido, fue una trayectoria de unos 16 Km, que arrancó en el centro de la naturaleza de la Dehesa Boyal de Puertollano desde donde Iniciamos la marcha subiendo hasta el cerro de Bellavista, o Buenavista, tal y como viene denominado en los mapas, y desde su altura de 846 metros, pudimos ver extensa la loma de Los Chaparrales, la yeguada de Valdeviñas y las antiguas minas de Carbón en ruinas, que rodean el lado sureste de la localidad de Puertollano. El camino era muy estrecho de modo que para caminar tuvimos que abrirnos paso entre los tallos y las hojas pegajosas de las jaras que desprendían a nuestro paso, la intensa fragancia del bosque mediterráneo en un día de lluvia. También olía a tomillo y romero, a salvia y a manzanilla. Vimos algunas camas de Jabalís, abundantes por la zona, huellas de zorro y una pareja de mochuelos que nos observaban en silencio acomodados en la rama de un gigantesco eucalipto.
Después del descenso cruzamos el arroyo de Navalpuerto y la carretera encaminándonos hacía la parte opuesta de la sierra, pudiendo observar desde lejos, las ruinas de varias casas de guardeses de antaño que cuidaban las tierras de sus señores, tales como la casa de Garcicostillas, o la de Huertas Nuevas, y es que desde los antiguos tiempos de la trashumancia, estos montes eran preciados por su calidad para el pastoreo. Subimos de nuevo hasta una altura de 1017 metros, punto más alto del collado de las vacas, situado justo enfrente del cerro de Bellavista, desde donde volvimos a realizar otro costoso descenso hasta el puerto de Mestanza, donde nos esperaba el autobús.
Como incidencia digna de mención es necesario comentar que una de las participantes se sintió indispuesta aquejada de fuertes vértigos y que sin embargo continuó el camino con gran valor y decisión, pese a encontrarse bastante impedida. También resulta destacable el gran apoyo que tuvo de todas las amigas y compañeras que hicieron una piña a su alrededor, atendiéndola en los momentos más difíciles y ajustándose al paso de la enferma. Todos lamentamos que su estado le impidiese quedarse después a disfrutar de la estupenda comida que siguió en la Casa Rural de la Encomienda y desde estas líneas no podemos dejar de encomiar su admirable temple y de desearle una rápida y total recuperación.
Al resto de participantes, llamó la atención lo escondido de estas sendas, y es que muchas de ellas han permanecido cerradas por tiempo inmemorial pese a su carácter público, para no espantar la caza, para no molestar al ganado o por muchos otros motivos. Ninguno de ellos es válido hoy día, para renunciar al placer que supone poder visitar, recorrer y admirar la belleza de su entorno en pleno corazón de la naturaleza.