El pasado día 14 de Junio nos acercamos hasta el Sacro Convento y Castillo de Calatrava la Nueva, bien perteneciente al Tesoro Nacional, que por su entorno privilegiado y su apasionante historia, cada día recibe una mayor afluencia de visitantes.
El autobús nos fue llevando despacio entre los roquedales que le dan acceso, y tuvimos tiempo y ocasión de contemplar la densa vegetación de acebuches, enebros, lentiscos, encinas, coscojas y jaras que rodean el monumento.
Allí nos brindaron la oportunidad de asistir a una representación teatralizada, donde los actores, nos llevaron a la vida de la época, cuando freiles y soldados, convivían conforme a la regla de la Orden de Calatrava, fundada por Fray Raimundo de Fitero y Fray Diego de Velázquez en el 1158. También nos relataron la importancia de la batalla de las Navas de Tolosa para consolidar el Señorío Cristiano de la Orden, en aquellas tierras que habían sido dominio de los árabes hasta entonces.
El conjunto arquitectónico, tal y como lo conocemos, se levantó sobre el antiguo Castillo de Dueñas, una sobria construcción de un solo edificio, al que se añadieron varias dependencias, una bóveda en el patio central y una segunda muralla para reforzar la seguridad de la fortaleza. La última de las tres murallas que posee la construcción, se levantó para separar el convento de la antigua Villa, donde se alojaban artesanos de todos los gremios y oficios.
Tuvimos ocasión de reír las muchas ocurrencias de los actores, y de visitar todo el monumento: desde sus edificios adyacentes, que se construyeron con el fin de dotar al Convento de servicios tales como el molino, la tahona, horno y la fragua, hasta el claustro, las cocinas, los dormitorios de los freiles, la antigua biblioteca y el Refectorio.
También visitamos la iglesia, construida a principios del Siglo XIII, con elementos románicos y góticos esculpidos en roca volcánica. La puerta de la Estrella, alberga la vidriera en forma rosetón, de una gran belleza.
El Castillo es un enclave privilegiado, desde donde cruzar Sierra Morena y acceder hasta el valle de Guadalquivir.
Aunque pocas, vimos algunas rapaces, y posteriormente sobre las nueve de la noche, una vez finalizada la visita, cenamos en un restaurante cercano. La falta de contaminación lumínica, nos permitió contemplar el cielo donde eran visibles la mayoría de las constelaciones.
Fue una visita espectacular y diferente, donde andamos poco y disfrutamos mucho de esa joya de nuestro Patrimonio, que solo es necesario visitar, para poder amarla.