Amanece en la reserva del Cijara, un lugar fascinante para asistir a uno de los mayores espectáculos de la naturaleza: la berrea, el ciclo biológico del ciervo rojo, que entre finales de septiembre y mediados de octubre propicia un complejo y sonoro ritual de cortejo. Sus gritos, prolongados bramidos guturales, persiguen la doble finalidad de atraer al mayor número de hembras posibles y de alejar a otros machos que pudieran fecundar el harén y desvirtuar la estirpe, su preciada herencia genética.

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Sus llamadas son sonidos que retumban en el bosque on la fuerza de una tormenta. A las diez de la mañana, partimos desde la población del Bohonal, un pequeño pueblecito de Badajoz, situado a ocho kilómetros de Horcajo de los Montes desde donde pudimos adentrarnos en la reserva natural del parque, territorio protegido y vedado al turismo por su alto valor cinegético.

La ruta, técnicamente sencilla, presenta sin embargo un acusado perfil de subidas y bajadas con casi quinientos metros de desnivel, que hacen notar sus fuertes pendientes a mayores y pequeños.

Apenas un kilómetro después de salir, posado en una cumbre cercana, podemos contemplar un magnífico ejemplar de águila real, que emprende el vuelo al avistar el numeroso grupo de participantes en la marcha. Y después, corriendo a todo galope, algunas reses se cruzan en nuestro camino mientras otras se esconden entre las riberas del río. Y es que, el ciervo es un animal tímido y reservado, que solo se muestra competitivo con machos de su misma especie, con los que lucha hasta la extenuación por el territorio y las hembras.

Recorriendo el sendero, podemos comprobar que la cabaña de ciervos es numerosa en el Cijara, y también que encuentran su mejor alimento en las cerradas encinas, alcornoques autóctonos… y en los pinos, que deben su presencia a una polémica replantación -tan poco afortunada que dejó descontentos a todos los habitantes de la zona-, porque ni la repoblación forestal, ni la construcción de la presa del Cijara, aportaron la esperada riqueza, sino que fueron causa de un empobrecedor impacto medioambiental.

Así, el mayor problema de esta reserva que fue declarada espacio protegido en el año 1966, es la desoladora falta de población que sufren sus núcleos rurales, entre los que cabe destacar los municipios de Helechosa, Villarta, Herrera del Duque y Fuenlabrada. Los pocos habitantes que vimos eran personas mayores, que hablaban con nostalgia de sus hijos, emigrados a las grandes ciudades.

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Tras la comida, emprendimos el regreso, recordando la senda recorrida en medio de un calor asfixiante y desacostumbrado para la fecha. Nada parecía indicar que hubiese llegado el otoño.

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